Ultima estación: Varanasi y la magia del Ganges.






Dejando atrás nuestro cuento de hadas, nos dirigimos hacia el que será nuestra última parada en el camino: la ciudad que se asienta entorno al Ganges, Varanasi.
Sólo llegar al mismo, fue todo un dilema al no quedar plaza alguna en ninguno de los medios de transporte que se adaptaban a nuestro presupuesto. Por ello, la última opción viable fue la de aventurarnos a subir a un tren nocturno sin ninguna plaza confirmada. Es decir, el billete de 2,30 $
nos daba derecho a subir al mismo, pero ni siquiera sentarnos en un solo asiento ya que todo estaba repleto por la celebración del próximo festival hindú “Diwali”...
Junto a otra pareja francesa, nos encontramos los cuatro entre dos sucios vagones tirados en el suelo, compartiendo el lugar con otras familias locales que rápidamente se habían acomodado para pasar así las siguientes 14 horas de trayecto.
Pero de nuevo nos encontramos con la misma historia en la cual finalmente, “los que menos tienen, son los que más te dan...”
Y así fue como dos simpáticos chicos indios de veinti pocos años nos cedieron el espacio de sus dos camas para poder sentarnos los seis y al menos así cabecear unas horas... aunque mi hermanito al final prefiriese dormir al mas estilo “local” con el traqueteo entre dos vagones...



Tras la movidita noche, un desayuno de bananos ambulantes y estropearse el tren en la parada anterior a la nuestra, conseguimos llegar por fin en un trickshaw a “Godaulia”, la old city de Varanasi.




Afortunadamente, el coktail explosivo de tráfico de todo vehículo imaginable con miles de personas creando en todo momento la última sinfonía del peor estruendo y ruido posible, se disipaba a la vez que nos íbamos adentrando en las laberínticas callejuelas que conforman la ciudad antigua.



Pasear por sus calles puede producirte una aguda tortículis, cuasada por sus altos edificios que sirven de barrera a tanta contaminación auditiva, o alguna dislocación por no saber a donde mirar con tanto diminuto comercio local, donde encuentras desde sus artículos religiosos, de hogar, atuendos florales a sus coloridos saris. Siguiendo por sus alegres teterías sirviendo sus “Chais” en tacitas de barro a todo sediento viandante o sus enormes pucheros a fuego lento ofertando los mejores “Lassis”...
Una variada oferta de productos todavía no catalogados por el Corte Inglés!

A pesar de la vida que se respira en toda la zona, la verdadera esencia de Varanasi, no se concentra en este área comercial.
Varanasi, cuyo nombre significa “ciudad de la vida”, es venerado y conocido por todos los hinduistas como uno de los emplazamientos a visitar una vez en la vida.
El río Ganges, sin duda aporta ese grado de extravagancia que India es.


Con sus 1,3 millones de bacterías fecales por mm3, sus aguas consideras sagradas sirven cada día para lavar la ropa, darse un reconfortante baño, cepillarse los dientes o incluso darse un buen trago para saciar la sed de cualquier devoto... convirtiendo sus quehaceres diarios en un acto donde rendir homenaje a sus queridos dioses.

Mezclarse entre sus gentes en uno de sus numerosos Ghats al anochecer o pasear a remo en una barca al alba, de nuevo supone vivir una maratón de imágenes a admirar, a intentar comprender y sobre todo, sentir por cada poro de tu piel dejándote sin habla por un largo periodo de tiempo...







Mujeres se bañan en sus coloridos saris mientras alzan las manos pidiendo a sus Dioses con el máximo fervor. Hombres, con un apenas un arapo tapando sus verguenzas, se enjabonan vigorosamente, mientras otros meditan en la posición de Loto sintiendo los primeros rayos del sol sobre su piel. Aquí no hay edades, razas, géneros... Sólo fieles ofreciendo su infinita devoción a la vida en su pequeño ritual diario.





Sin duda, Varanasi es una explosión para los sentidos donde la vida y la muerte se enfrentan en cualquier momento del día.

Pudiendote cruzar con un grupo de hombres cantando al unísono mientras escoltan cargando un cadáver envuelto en gasas para ser incinerado, hasta ver como una madre baña a su recién nacido en las aguas del Ganges o cientos de personas piden tanto por los vivos como por los que nos dejaron un día...



Vida o muerte. Sonrisas de felicidad o lágrimas por los que se marcharon. Un baño matutino o un cadáver incinerado. Velas flotando río abajo por cumplir un sueño o velas amparando un mejor destino. Olor a flores recién cortadas o olor a la madera de sándalo que incinera a algún mortal.

Si India en su globalidad es un destino que te toca muy de fondo, Varanasi es esa guinda del pastel que te remueve hasta el alma.
Es esa chocante confrontación que no deja a nadie escapar.



Con esta fortísima dosis de sensaciones, imágenes y sobre todo, intensisimas vivencias nos despedimos hasta muy pronto de esta locura pero apasionante país.



NAMASTE.

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