Explorando Rajasthan a golpe de locomotora




Dejamos atrás la locura de Delhi, para comenzar nuestra ruta inicial hacia el oeste, con destino a Bikaner, en el estado de Rajasthan.



El viaje en sí volvió a ser de lo más intrépido y movidito...
Por temas de horarios decidimos coger un autobús nocturno y amanecer en el desierto de Thar.
Cuando pensábamos que nos habíamos acostumbrado a los bruscos movimientos del conductor y al traqueteo de circular con una casi inexistente amortiguación...la situación se volvió de “squech de cámara oculta” cuando durante mas de 4 horas, a cada bache o badén con el que nos cruzábamos por el camino, hacía que volásemos literalmente y por completo por los aires, pareciendo mas la última atracción de un parque temático que un mero transporte público...

Con las espaldas doloridas y hasta con agujetas por las ataques de risas de lo surrealista de la situación vivida... amanecemos a 120 km/h por una carretera en solitario rodeada por completo por un nuevo paisaje a asimilar.
Cambiamos el sucio y duro cemento por arena de un amarillento dorado. Cambiamos las edificaciones grises de altura por isoladas viviendas cuadriculadas a pie de calle. Cambiamos el tráfico de vehículos de tubo de escapes por tráfico de carretas, camellos, búfalos y demás animales de tiro. En apenas 12 horas de trayecto, parecía como si nos hubiésemos teletransportado a algún poblado del norte de África...



Bikaner,
nuestra primera parada consistió en una jornada de paseo por una población con no demasiado interés mas que el que aportaba su zona amurallada de la zona antigua, polvorientas calles repletas de locales con sus propósitos diarios y la ineludible visita al Templo de “Karmi Mata”, el templo de las ratas.
Este templo, ubicado a unos 14km de la ciudad, no destaca por una arquitectura demasiado espectacular. Lo que llama la atención de este lugar sagrado, es que el templo se encuentra repleto de ratas, las cuales han encontrado el paraíso en vida en este lugar, ya que se les adora como dioses proporcionándoles todos los cuidados y manutención que ni el mismisimo “Micky mouse” nunca hubiera imaginado...


" Según la leyenda, Karni Mata era una mística del siglo XIV, fue una encarnación de Durga, la diosa del poder y la victoria. En algún momento durante su vida, el hijo de uno de su clan murió. Ella trató de llevar el niño a la vida, sólo para informarle a Yama, el dios de la muerte que ya se había reencarnado, entonces Karni Mata llega a un acuerdo con Yama, que a partir de ese momento en adelante, todas las tribus seguidoras de esta Diosa se convertirían en ratas al momento de sus reencarnación, hasta que el nuevo clan pudiera nacer de nuevo..."

La experiencia resulta de lo más insólito, cuando se trata de tener que pasearte con los pies descalzos entre miles de estos pequeños “Dioses de grandes orejas”, los cuales se cruzan delante tuyo a sus anchas y en cualquier momento... E incluso se hace mas dificil aún asimilar como cientos de fieles acuden a ellos a rezarles, ofreciéndoles las mejores ofrendas accesibles para cada bolsillo.




Despidiendo de nuevo al sol en un bus local y tras cenar un plato caliente, continuamos ruta ahora probando los trenes locales para llegar a nuestros siguientes destinos: Jaisalmer, Jodphur, Udaipur, Jaipur y Pushkar.
El tren nos sorprendió gratamente, a pesar de lo básico de los vagones y de compartir cabina con unas 10 personas, resultó un viaje de lo más apacible frente al último autobús batidora...



Los días transcurrieron entre paseos, visitas, cafés, fotografías, charlas, locales y amaneceres donde seguimos completando nuestro banco de imágenes mental.

Jaisalmer sin duda fue la que nos robó el corazón con una ciudad de color amarillo desierto, alineada al pie de la antigua ciudad amurallada y con el desierto como centinela.

Con un entramado de callejuelas laberínticas, maravillosos “Havelis” (residencias particulares con grandes ornamentaciones y labrada arquitectura) en cada esquina, majestuosos templos y cientos de pequeñas tiendas con muy tentadores souvenirs, consiguió dejarnos boquiabiertos a cada esquina.

Además de disfrutar del encanto cultural e histórico de su ciudad, pudimos recorrer a lomos de un camello los poblados nómadas de los alrededores.



Guiados por un local de chilaba y turbante grisáceos por un mar de cálidas dunas, despedimos el día bailando con una familia de nómadas locales y con una puesta de sol de fondo donde el sol pareció fundirse con el dorado de nuestro mar de dunas del desierto del Ther.




Su rival Jodphur o tambien conocida por la ciudad azul, por ser el color que tiñe gran número de las viviendas de la ciudad se convierte en un gran rival para la anterior protagonista, Jaisalmer.


Jodphur con una población de 1.6 millones de personas, de nuevo alza un fuerte sobre una inmensa ciudad de color añil y con una ciudad fortificada supervisándola desde sus 360º.


El interior del mismo a falta de vida propia, muestra a modo de museo como transcurrió la vida de aquella época y como fue una ciudad que a pesar de las interminables intentos de hacerse con ella por sus numerosos conquistadores, éstos nunca consiguieron su propósito.

Una impresionante estampa de inmensidad, grandeza y mucho poder sobre una población de cemento azul.

Saltándonos Udaipur, por problemas de salud de mi querido hermanito, donde como es lo habitual en “India” la comida con sus indescifrables especies, inevitable picante unido a la falta de higiene de ciertos lugares, hace que los estómagos pasen factura por someterles a semejante experimento...

Por lo que tras mejorar y volver a ser persona, nos apeamos de nuevo en la estación de Jaipur. Superando las anteriores en población con mas de 2.6 millones de habitantes, nos llevamos la gran decepción de encontrarnos con una gigantesca ciudad sin ningún encanto y con los mil y un problemas, atascos, caos y saturación de todas las ciudades...



Con ganas de escapar de la ciudad al cabo de una hora de caminar por sus calles, conseguimos sacarle el mejor partido visitando el templo de Sulta Manyar de nuevo a las afueras y enclavado entre escarpados acantilados. Desde el mismo pudimos observar las vistas sobre la inmensa ciudad, además de pasearnos y juguetear con algunos de sus cientos de macacos de cola larga que viven en esta localización.



La noche la cerramos con otras vistas desde la zona mas alta de la ciudad y unas cervezas en el ático de nuestro guesthouse junto a otros viajeros del camino.

Para cerrar este capítulo llegamos a plena luz del día a la ciudad de Pushkar. Con un encanto especial, esta población en torno a un lago (que actualmente está seco...una pena!) continúa conviviendo con una filosofía muy espiritual donde se prohibe el consumo de todo tipo de carne, huevos y demás productos animales, no alcohol, no drogas e incluso hasta está prohibido besarse en público!
Transitar por ella, hace que sientas porque se ve tanto extranjero ahora convertido a local.
Se respira y se siente paz y tranquilidad.



Tras este nonstop de combinar horarios, taquillas, literas, ronquidos de trenes nocturnos y amaneceres de los diurnos, por todo el área de Rajasthan, continuamos los hermanos, sentados uno frente al otro, medio adormilados por el suave traqueteo del tren y divisando por nuestra ventanilla el horizonte dejamos que nuestra mente consiga adelantar a nuestra sufrida locomotora, llegando a nuestra última parada de Rajasthan: Agra y el Taj Majal.

2 comentarios:

la guardiana dijo...

¡Valla aventura! Las fotos son preciosas, un abrazo

Anónimo dijo...

Mil gracias por seguirme! Un besazo desde Asia! ;-)