De copiloto de Mr. Tien por las montañas de Dalat




Han sido días de descanso, de sol, de dunas, de batidos de fruta fresca a la sombra, de correr a primera hora por la playa, de puestas de sol, de flotar en el agua viendo las nubes pasar, pero sobre todo, han sido días de recargar energía para continuar explorando tanto rincón que me espera a cada paso del camino.

Son más de 8 meses de recorrido a mis espaldas y en ocasiones hace falta hacer un alto en el camino y dedicar un poco de tiempo a uno mismo a intentar no hacer nada.
“Aunque los que me conzcan un poquito... creo que ya saben que eso es casi imposible...”

Mi recarga de energía se completa lo suficiente como para volver al interior de Vietnam, a la población de Dalat a unos 300km aproximadamente pero unas 6 horas de autobús debido a las pésimas condiciones de la carretera.
El trayecto resulta muy agradable a pesar de la malisima suspensión del vehículo, la cual me hace tambalearme en mi asiento como una peonza y golpearme la cabeza en mas de una ocasión contra el techo por tanto agujero en la carretera...
El paisaje vuelve a ser mi entretenimiento junto a mi música de fondo y mi cámara bien a mano para captar cualquier instante que se tercie.
La carretera serpenteante al estilo del gran Mekong nos conduce montaña arriba entre una vegetación más occidental que oriental. Bosques de abetos, pinos, arbustos, elevadas montañas y una temperatura más fresca fueron el preludio para llegar a Dalat.

Estaba claro que Dalat era ya algo especial y diferente.



Acomodada en un estupendo guesthouse, me recorrí las calles de la ciudad, devoré un "ban xeo" callejero, me entrometí en el mercado central en busca de sus típicos dulces de frutas y finalmente encontré mi plan perfecto para los siguientes días: me voy de "Easyrider" a conocer los encantos y alrededores de Dalat sintiendo la libertad que te da explorar la zona a lomos de una motocicleta y sin tener que mirar un mapa...


Mr. Tien fue quien me guió y condujo en su motocicleta reliquia de la IIGM. El plan era “Nonstop”, tal y como a mi me gusta!
Iniciamos la ruta entre las calles de la ciudad con su siempre alocada actividad, con parada en la pagoda de Linh Son con una fusión de arquitectura francesa y china.

Salimos de la pequeña urbe para adentrarnos en una divertida carretera arropada por las miles de plantaciones de café, variados vegetales y coloridas flores.
Pequeña parada donde ascendí un suave monte para admirar las vistas del valle desde su parte superior.

Continuamos hasta llegar a una fábrica de seda, donde nos mostraron con detalle y hasta pude ser partícipe de como hilaban cada centímetro de hilo sacado de los capuchones de los gusanos de seda.

“Muy interesante y que asquito daban los pobres gusanos hervidos!

De nuevo a lomos de la honda de Mr. Tien y escuchando sus alegres historias y anécdotas me condujo valle abajo entre montañas con una contrastada selva y extensos campos verdes.
Tras sus explicaciones pertinentes lo pude entender todo un poco mejor... y esa gran diferencia de vegetación se debía a los ácidos vertidos por los Americanos durante la guerra, dejando los resquicios de tanta destrucción todavía en la actualidad...

A un ritmo muy tranquilo y teniendo todo el tiempo del mundo para hacer fotografías, disfrutar del paisaje o saludar a cada campesino o niño que pasaba, llegamos a la cascada de los Elefantes, ganando ese nombre por las masivas piedras situadas frente a este muro de agua que gracias a su potencia conseguía refrescarte unos segundos.

Y antes de sentarnos a comer en una agradable terraza con un estanque lleno de peces, conocí otra pagoda dedicada a un sonriente Buddha.

Ahora sí! Sentada entorno a una mesa con Mr. Tien, otro Vietnamita amigo suyo y un simpático francés de ojos verdes, “Mathieu”, devoramos a la velocidad que nos permitían nuestros palillos los 34 cuencos llenos de riquísimas especialidades Vietnamitas.


Calabaza salteada, rollitos con verduras y fritura de grillos, pollo en salsa de coco, ensalada de loto, tofu frito, pescado al curry, caracoles en una extraña salsa...
son solo algunos de los cuencos que degustamos. Del resto, desconozco exactamente que me llevaba a la boca... pero a veces es mejor no saberlo! Jejjjejeje

Con la tripa llena y los 36º de temperatura continuamos hasta una destilería casera, pero muy muy casera...de vino de arroz. Tan casera que ni pude comprar una muestra...porque todavía no estab listo...
De vuelta a Dalat, aprendí la diferencia del café de Moka y el clásico de Dalat diferenciándose en el tamaño del arbusto y el color de la semilla dándole un aroma muy diferente. Admiré el cuidado y el mimo con el que cultivan millones de flores para vender en todo el país.

Y de nuevo aluciné con la arquitectura de una iglesia católica camuflada a modo de pagoda, en busca de nuevos adeptos.

Antes de terminar la jornada en mi motocicleta, visité la curiosa “Crazy house”, siendo la creación de una artista Vietnamita cuya inspiración procede del genial Gaudi.



Como bien dice su nombre, se trata de una alocada construcción mas parecida a un esbozo de un parque de atracciones que una edificación a admirar. (Es mi opinión...)

Para despedirme de Dalat, pasé una agradable tarde invitada en casa de Mr.Tien intentando arreglar el mundo y comiendo aguacate comprado en el mercado, fruta fresca y un postre hecho por su hija.
Ya de noche tras una merecida ducha y con la compañía de mi amigo “Mathieu” cenamos en uno de los puestos del Mercado, acompañados de una botella de vino tinto francés con nombre de película de miedo: “Le terroir de L'Atlantique” y brindando por el fantástico día de libertad y de “Non-stop” por las montañas de Dalat.

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