Ilusiones infinitas + Tierras de nadie + Alegría desbordante + Cocoteros dibujados + Armonía total + Relax asegurado + Espejismo latente = ITACARE

Y por fin llegó el momento...! Ese momento que todos, tanto ansiábamos tras los incontables km recorridos, cabezadas constantes, mezcla de sueño y hambre al volante, adelantamientos vertiginosos y tantas horas convertidas en esa máquina de teletransportación hasta llegar y ver el maravilloso cartel de Bienvenidos a Itacaré!

Un paradisiaco rincón del estado de Bahía en el que conviven al borde del mar, alegres locales con sus cotidianas vidas, surfistas ansiosos de conquistar todas las playas de la zona, risueños hippies con sus atractivos puestos de abalorios varios y turistas más nacionales que extranjeros queriendo disfrutar también de tal “Spot secreto!”
Ya instalados en la Pousada de “Tierra Bahía”, fuimos recibidos por su extravagante dueño “Artadis” con un peinado estilo mini-Bob Marley,
uñas pintadas de color rosa fucsia (pies y manos) y una colección de discos de vinilo más que impresionante... de ahí, pasamos los siguientes días explorando la zona en busca de olas, sol, playa, naturaleza, atardeceres... y disfrutar simplemente, del momento que la vida nos regalaba en ese mismo momento presente. Realmente Itacaré te sorprende con playas de ensueño donde cada una que se conoce, parece superar la belleza de la anterior, rivalizando como en una pasarela de modelos por ese shot que le dará el protagonismo de la “foto de portada”. Comenzamos con “Prainhia”, accesible a pie y con una estampa de postal con pequeñas edificaciones que se confunden entre la vegetación, y que por el momento no interfieren con la belleza del lugar. Con suaves series de olas, con las que nos pudimos divertir toda la jornada, un skatepark entre las últimas palmeras y un slackline para seguir ensayando nuestros futuros como equilibristas.
Jeribucacu, fue otro de esos paraísos que te desvelan andar unos 45 minutos por una trilla entre la densa mata atlántica y donde la sorpresa es tal, que todos quedamos anonadados por la magia del lugar.
Con una lagoa de agua dulce que daba al mar, cocoteros estilizados por la suave brisa del mar, un brazo de arena te invitaba a disfrutar nuevamente de sus series de olas, unos módicos puestos de pescadores te ofrecen todo el arte culinario de sus mejores capturas y hasta los lagartos tomaban el sol de manera sonriente.
Con tantas sesiones de agua, playa, descubrir terreno, paseo en jangada, y con escasas provisiones para tal día, nuestro intrépido “Ri” acabó trepando varios árboles de frutas consiguiendo suculentos “Jambos” con los que apaciguar de alguna manera, nuestras famientas barrigas...
La nota final se la lleva “Engenhoca”. Con otra linda trilla donde disfrutar de la exhuberante selva que lo resguarda, con árboles milenarios por el camino,
pequeños riachuelos como banda sonora de la zona y tanta vida a nuestro alrededor, todo como antecesores de otro efecto “Uauuuuuuuuuuu” de una playa que solo invita a soñar.
Yo desde mi infinito cocotero, lo hice...
Y creo que todos los presentes en tal enclave, nos llenamos de la energía que cada grano de arena, cada batida de ola y cada rayo de sol... nos aportó desde el mismo momento de poner los pies en este paraíso.
Y no podían faltar suculentas sesiones de deliciosas especialidades gastronómicas Bahianas, para reponer fuerzas... Desde moquetas de pescado fresco, bobo de camarón, los clásicos y super completos pratos feitos y los energéticos y super picantes “Acarajes”.
Como cierre de fantásticos días en buena compañía, nos zambullimos en la cascada de Tijuipe, con el agua a una temperatura tal, que parecía la bañera de un recien nacido.
Nuevamente, todos sentimos como si nuestras energías se recargasen a tal nivel, que nos veíamos capaces de hacer otros 1.614km... e incluso corriendo!!
Tras días brillantes volvemos a hacer ruta,
pero con una sensación de mucha paz interior, energía desbordante recargada y con quizá la sensación de haber despertado de un sueño.
Eso es sin duda, Itacaré.

0 comentarios: