Buscando nuestro reducto de paz




Un poco justas de tiempo, por querer aprovechar al máximo el tiempo en la gran ciudad llegamos a su impactante aeropuerto con su diseño de lo más futurista.
Con una reñida carrera de carritos llegamos a nuestra puerta de embarque con la normalidad de cualquier aeropuerto del mundo, a pesar de que el día anterior se cayese una avión en este mismo aeropuerto...
Cosas que pasan!

Aterrizamos en Guilin tras un tranquilo vuelo de 2 horas y media, de las cuales tuvimos que soportar durante casi una hora enterita el tortuoso tono de voz “chinesco” de los tripulantes de cabina ofertando cientos de productos al mas estilo “teletienda”... Desde la fiambrera para el arroz, el termo con acople de té, o la mismísima toalla de Micky... Una locura!

Guilin, no fue ese reducto de paz que buscábamos ansiosamente tras nuestros días de rascacielos, tráfico y caos urbano.
Con sus mas de 5 millones de habitantes y su gran expansión económica, edificios de relevante altura afean la perspectiva desde sus cientos de colinas que todavía persisten al desarrollo del lugar.
Con ayuda de unas bicicletas, recorrimos los lugares emblemáticos, calles peatonales, colinas refugio de templos, numerosos puentes y alguna que otra cueva perdida.




Lo que no nos dejó indiferente fue probar “la sopa de serpiente” típica de la región, así como sus dos Pagodas de Oro y Plata reflejadas en su lago en el resplandor de la noche.



Siguiendo en nuestro empeño de encontrar ese pequeño escondite donde mantenernos al resguardo unos días de tanto frenético non-stop, con la ayuda de un autobús local llegamos a la localidad de Yangshuo.
En apenas una hora de trayecto habíamos conseguido escapar hacia un área al menos que nos ofrecía un jugoso menú de planes a realizar en un entorno inigualable.



Con un cierto parecido a las impactantes montañas de la Bahía de Halong bay de Vietnam, esta región tiene el privilegio de contar con una escenografía como sacada de una película del calibre de “El Señor de los Anillos”. Con cientos, que digo, miles... O quizás hasta millones de montañas de piedra caliza que con sus suaves perfiles sumergidas entre una tímida neblina, te hacen sentirte protagonista de cualquier cuento de hadas.


Vamos allá! Bicicletas con cesta a 1Euro el día, mapa a interpretar nuevamente y a disfrutar de este bello entorno.
Es una sensación genial poder descubrir una China algo más tradicional y auténtica conducidas por un pedregoso sendero entre poblaciones con buena falta de algo de orden, limpieza y una buena capa de pintura. Pero es, lo que es.
Poblaciones de apenas varias decenas de casas, dedicadas íntegramente a la agricultura y pequeña ganadería, viven sus apacibles realidades siguiendo los rayos de sol como contador del tiempo.


Son poblaciones que no están hechas por y para el turista. No intenta aparentar algo que no son, ni ofertar nada especial. Así son y así lo disfrutamos. Con una buena comida local a base de arroz, riquísimo huevo de pato y pollo (recién degollado...lo aseguramos...) con bambú y unas increíbles vistas al río.



La tarde la completamos con un paseo en barcas de bambú serpenteando sus apacibles aguas de color esmeralda, charlando con los locales con conversaciones para intentar arreglar el mundo y pellizcando los mofletes de algún bebé de ojitos rasgados.




Otra de las actividades que no quisimos perdernos por su originalidad, fue la que se lleva realizando en el río Li durante los últimos 200 años: La curiosa pesca del “Cormorán”.
Ya llegada la oscuridad de la noche, nos embarcamos en una pequeña embarcación dispuestas a presenciar algo inédito hasta el momento para nosotras.
Esta técnica de pesca, tiene como protagonistas a los “Cormoranes”, ya que estos son los que sumergiéndose de manera vigorosa en la zona de la proa de la embarcación, intentan sucesivamente y sin descanso atrapar algún pececillo despistado para poder ofrecérselo a continuación a su dueño.



Es increíble ver con que agilidad estas aves bucean durante una media de 15 segundos en busca de su presa... Tras chapuzón y chapuzón en las gélidas aguas del río, entre unos 4 cormoranes y unos 35 minutos, consiguieron pescar unos 6 pescaditos válidos para un apetitoso tapeo inicial. (Al menos, a nosotras nos hubiera válido así...)



Una experiencia muy curiosa y muy recomendable!

Para finalizar nuestros días a dos ruedas o flotando río abajo, no pudimos dejar de escalar la conocida “Moon hill” con su enorme arco en lo alto de una colina, que sirve de marco para el gran retablo que toda la región forma en su conjunto.




De nuevo son paisajes y momentos que no sólo se han quedado gravados en las memorias de nuestras cámaras...sino que por seguro nuestra mente retendrá por mucho mucho tiempo...



Con esa dosis de paz y tranquilidad que tanto deseábamos, continuamos nuestro camino felices hacia la ciudad de Chonqing. A orillas del gran Yangtze, esta población nos servirá de base para enrolarnos en nuestra siguiente aventura que dara mucho de que hablar... seguro...


Si no solo teneis que leer el siguiente post....

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