Viviendo el pasado, presente y el vertiginoso futuro de Saigón




Tras casi 3 meses acompañada por el grandioso Mekong, donde he navegado en sus turbulentas y tranquilas aguas, admirado a los desconocidos Irrawady e incluso dado un baño con champú e infección de oídos incluida... hoy toca dar ese guiño de ojo con un “hasta pronto compañero!”

Montados en un autobús local con las ventanas bien bajadas, dejamos atrás el Delta y sus dragones, para adentrarnos en otra guerra...
Ho Chi Minh City, o la actual, Saigón. Qué pasaaaaaaaaaaaaada!!




Con una población de casi 7.5 millones, 500 mil coches, 3 millones de motocicletas y 22 distritos, ya podéis imaginaros el ritmo al que la ciudad late. “Daba hasta miedo bajarse del autobús...”
Pero que mejor que sentir cada latido, montándonos en varios mototaxis formando parte de aquella ordenada anarquía de caos circulatorio...

La ciudad en sí te ofrece un laberinto de calles, avenidas, edificios de no mas de 5 pisos, algún rascacielo perdido y los inagotables mercados donde además templos, pagodas e iglesias del pasado se mezclan entre puestos de comida, sillas de masaje y acupuntura, cestos repletos de especies aromáticas y centenares de mototaxis y cyclos en busca de su pasajero del día.

Como una de las visitas obligadas, acudimos al museo de la "Guerra de Vietnam". Una vez más no te queda otro remedio que aguantar tanta atrocidad y destrucción cometida en el pasado sobre tantos inocentes, quizá como forma de respeto y por terminar de comprender de verdad la realidad del país en el que te encuentras.



Violencia, crueldad, muerte, catástrofe, decadencia, tortura, barbarie, agonía, inclemencia... Es imposible describir con palabras lo ocurrido en este territorio durante tantos años.



De nuevo con un nudo en el estómago, el ceño fruncido y con la palma de la mano lista para taparme la vista en demasiadas ocasiones, sientes muy de cerca hechos del pasado que siempre te habían parecido mas ficción que realidad.

Deformaciones humanas inimaginables causados por los ácidos del “Agente Naranja” vertido.



Muestras de sanguinario armamento listo para eliminar toda forma de vida que se cruzase en su camino. Imágenes de ciudades, poblaciones y aldeas destruidas.

Selvas, bosques y naturaleza quemadas. Agua, tierras y aire intoxicados. E historias en primera persona de tantas vidas humanas arruinadas por el estúpido e imparable ansia de imperialismo del ser humano.

Como segunda visita obligada, visitamos los famosos “Túneles de Cu Chi”. Localizado a unos 40km de la ciudad, este entresijo de mas de 250km de túneles y no mas de 50cm de altura en su interior, fue creación de los astutos “Viet Congs” utilizada como base de control sobre la zona sur de Vietnam. Túneles que además sirvieron de refugio para unas 80.000 personas durante la guerra con los EEUU.

Tuvimos la oportunidad de arrastrarnos en cuclillas por ellos varios cientos de metros, pero entre la oscuridad, la falta de aire y el sofocante calor, no conseguimos aguantar mas de 10 minutos en su interior...



Otro punto a destacar fue nuestro entregado guía “Jackie”. A pesar de su aspecto a lo “Camarón del isla” en versión Vietnamita, Jackie era un orgulloso y sonriente superviviente que ejerció como soldado traductor para tropas americanas en la zona Sur.


Una vez más, volvimos a sentir la crueldad y el dolor de lo acontecido, debido a las apasionadas explicaciones donde contaba cada detalle con el máximo fervor y en muchas ocasiones, en primera persona.
Incriebles anécdotas, sucesos verídicos, técnicas de guerra, construcción de trampas, métodos de entrar en túneles y camuflaje, y en general toda una lección de supervivencia y humanidad dentro de la crueldad latente característica de toda guerra.



En su profunda mirada, los rastros de dolor, la locura de matar y el trauma de haber sufrido una guerra se habían conseguido difuminar con el paso del tiempo. Dejando paso a ese brillo característico de los que sienten cada día, la alegría de vivir.



“Jackie”, tenía ese brillo... Se veía y se sentía.

Para digerir tanta injusticia y el asfixiante calor del día hizo falta una buena ducha fría para a continuación patearnos las callejuelas del barrio en busca de alguna especialidad Vietnamita con la que reponer fuerzas.
Un gigantesco y delicioso “banh xeo” (una especie de crepe relleno de soja, verduras y carne marinada de cerdo) y un buen cuenco de “bun cha” (pollo con arroz y verduras en una salsa de coco y curry) fueron los platos devorados en una ruidosa terraza y a la luz de los neones que asediaban la calle.

Cena, que fue el preludio de una meditada cerveza con masaje en la misma silla e improvisada y larga juerga mano a mano con un simpático grupo de brasileños, jugadores de fútbol profesional en una de las discotecas del centro de la ciudad.



"Definitivamente Saigón late y nos hizo latir a un ritmo vertiginoso!"

1 comentarios:

Mónica dijo...

Que caña la foto en el tunel, imagino que esos 10 minutos deben haber sido eternos!
muuuuak!

tqm,
Winnie