Sorpresas en el Norte de Vietnam, Sapa.





Y como en todos los cuentos de hadas, siempre existe un final o esa última imagen donde en esta ocasión somos los 3 mosqueteros cabalgando de nuevo en busca de mas aventuras pero con horizontes diferentes.

Abrazos, emails y un esperado “hasta pronto amigos”! fueron nuestras palabras de despedida.

“Un beso muy fuerte a ambos y buena continuacion de viaje!”


Mi próximo destino: explorar el Norte de Vietnam, los valles de Sapa, Lao cai y sus aldeas tribales.
Mas de 500km me separan de mi destino y serán varios los transportes a emplear para llegar.
Una van compartida con una simpática familia Vietnamita hasta la capital, Hanoi, parada solicitada para tramitar mi siguiente visado a Birmania cruzando los dedos para que todo salga bien, continuando mi viaje ahora en el tren nocturno de 9 horas en un cómodo coche-cama, llego acompañando al sol a la pequeña Lao cai para tomar otra camioneta y llegar por fin a la encantadora Sapa.



Situada a más de 1.650m de altura tras una alocada carretera de curvas sin fin, el frescor del alba me da ese respiro que tanto necesitaba ayudándome a despertar de tanto km a mis espaldas.
No sólo fue el frescor, sino la realidad de la población la que me terminó de abrir los ojos por completo.
Locales de diferentes tribus con sus curiosas y coloridas vestimentas se paseaban entre sus calles como se pasearía un ejecutivo un día cualquiera por “Wall street”... Aquí no hacía falta andar horas para llegar a zonas isoladas y ver a estas gentes... Ellos mismos bajaban a este núcleo central a intercambiar, comprar o vender en el mercado dandole una autenticidad que casi te cuesta creer...


Una encantadora ciudad de mediano tamaño con cuidados jardines en torno a una plaza central con iglesia con campanario, te ofrece una variedad de alojamientos, restaurantes y comercios, además del clásico ajetreado mercado central con productos locales.

A pesar de la evidente presencia de turistas en la zona, Sapa todavía tenía mucho con lo que sorprenderme.
Desde una terraza y con un completo desayuno con mi café preferido Vietnamita, decido insitu alquilarme una motocicleta por mi cuenta e investigar la región.
Con la mochila lista, un mapa en condiciones, casco, gafas de sol, chubasquero (por que no puede faltar...) y mi super motocicleta, estoy lista para acelerar hacia el noreste y descubrir este pequeño mundo que esconde Sapa y que cuesta encontrar.




Como puede ser posible, que me vuelva a sorprender o incluso a maravillar el paisaje que me rodea...?¿?


Un inmenso valle con terrazas de arroz esculpidas con tanta perfección que daba la impresión que artistas como Miguel Angel habían pasado por aquí a dar los últimos retoques.
Sus suaves curvas serpenteaban las laderas como si del oleaje llegando a la orilla se tratase y el color de cada nivel era de un extremado verdor que costaba dirigir la mirada directamente hacia ellos sin gafas de sol.




No tengo mas remedio que realizar paradas intermitentes durante todo el trayecto para tomar mis apasionadas fotografías y dar tiempo a mi cerebro que procese tanta belleza.




Es en una de esta paradas donde sin quererlo me rodean un grupo de sonrientes mujeres de la tribu de las "Dzao".
Esta tribu de unos 470.000 individuos se encuentra localizada en el norte de Vietnam, Laos y China. De religión animista viven principalmente del cultivo de arroz y maíz. Visten unas curiosas túnicas de color negro adornadas con objetos de plata y monedas como representación de salud y vitalidad. Suelen afeitarse la parte frontal de la cabeza cubriéndola con un enorme paño de color rojo a modo de turbante y la sonrisa a pesar de que suele ser como un tablero de ajedrez, nunca les falta.

Una de ellas se dirigió a mí en un inglés bastante correcto y tras una pequeña conversación me pidió si podía llevarla a su poblado que estaba de camino. “¿Y por que no?”

Continuando por la carretera a prueba de vértigo con mi nuevo ”paquete tribal”, seguía todas sus indicaciones del camino para llegar a su hogar. Realmente daba igual el camino a elegir, el entorno seguía siendo de película de Spielberg...
Tras unos 35 minutos de recorrido llegamos al poblado de Ta phin, donde la mujer agradecida insistió en invitarme a su casa para que conociese a sus hijos e invitarme a un te.
De nuevo: “¿Y porque no?”




Caminamos por un sendero entre las humildes casas del pueblo con las curiosas miradas de los locales donde como si de una procesión se tratase se iban uniendo mas y mas mujeres a nuestro paso. Continuamos sorteando algún riachuelo, campos de maíz que ondeaban al son del viento y nos saludaban a nuestro paso y alegres niños que venían a nuestro encuentro apareciendo y desapareciendo haciéndonos participes en parte de su juego.

Orgullosa la mujer Dzao de nombre, “Thang hei”, me señalaba su casa indicándome que ya habíamos llegado.
Una casa de estructura de madera roída por el tiempo, con techumbre oxidada de uralita , como suelo el propio del terreno, un roñoso colchón a compartir, una mesa, varios taburetes desiguales, un par de estanterías y toda la suciedad imaginable esparcida por lo que para ellos es su hogar.

A conjunto con la casa, estaban los pequeños.
Una diminuta niña de 5 años con sucios arapos que cubrían parte de las infinitas picaduras, heridas y sarpullidos que cubrían casi por completo su minúsculo cuerpo, pero con su pañoleta de color rojo dándole ese rasgo identificativo de su origen.
Un niño de 10 años mucho mas tímido, con la misma mugre encima y con la picardía de todo hermano mayor con ganas de chinchar a su hermana pequeña.
Y el más pequeño de 4 años, siguiendo la misma dinámica de sus hermanos en cuanto a higiene, portaba un sombrero típico tribal a juego con una dulce y rasgada mirada de color azafrán.



Lo que se suponía que iba a ser un día de explorar la zona en motocicleta, se convirtió en una convivencia con una familia Dzao durante casi un día completo, jugando con los enanos, compartiendo mesa para comer como una integrante mas, visitando la huerta. los demás animales de la casa y la cueva de la zona, hasta incluso pude vestirme con la vestimenta de la boda de “Thanng hei” lo cual les divirtió muchísimo a todas las mujeres, ataviándome como locas cada una con una parte de la vestimenta mientras se reían a carcajadas de mi pinta "guiri-Dzao"...




“Ya tengo el vestido de boda (de la tribu Dzao, pero es de boda...) ahora sólo me falta el novio...Algún voluntario???” Envía NOVIO NLE al 4445 jejjejejejeje ;-)



Realmente cada momento compartido con esta entrañable familia fue muy especial. Momentos, vivencias y sonrisas que no pueden contratarse en un tour... Garantizado.



Mas feliz que una perdiz y con el “Sunset” a punto de llegar despido el día en una terraza con sus increibles vistas y sonriendo al sol por que sé que me tiene preparadas mas sorpresas... “Pillín que te conozco...!”

El día siguiente tocaba un poquito de esfuerzo y tras informarme de los trekkings a realizar y al ver lo sencillo del asunto, decidí hacerlo por mi cuenta.
La jornada resultó nuevamente muy agradable, con una parte bastante turista donde en todo momento desciendes entre las suaves laderas del valle y mujeres de la tribu de los H'Mong te siguen como tu sombra.

Su eficiente y estudiada técnica consiste en seguir a todo turista durante todo el transcurso del trekking, dándote una agradable conversación, haciendote animalitos y corazones de hierbas como regalo, dando indicaciones e información en todo momento y al finalizar el tramo, poniendo cara de “corderito degollado”... para que les compres alguna cosa...
Yo creo que que compré hasta a la que no me había acompañado...




La siguiente parte resultó mucho más agradable al perderme con dos pequeñas, a las cuales les advertí en todo momento que NO les iba a comprar NADA!



Pero insistieron en llevarme por un camino mas asolado. Lo cual agradecí y disfruté enormemente. Llaneando por las laderas entre los campos de arroz, con un rió color chocolate vigilante en la parte mas baja y con imponentes montañas como fronteras seguía lo mejor que podía a las dos pequeñas y ágiles H'Mong. Esta tribu se caracteriza por unas vestimentas mas sencillas que la Dzao, portando túnicas cortas negras a juego con las medias. Voluminosos adornos en plata pendiendo en orejas y cuello. Y una cilíndrico sombrero cubriendo sus largas cabelleras.




El paisaje, el intransitado camino, la visita a una cascada y varios poblados del área, fueron el broche de oro de varios días a pie y a motor sintiendo ese alma que Sapa tiene y que NO todo el mundo tiene la suerte de sentirlo.



Si algún día acabais por ahí, buscarlo porque ahí está...

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