Explorando en bicicleta las 4.000 islas del Mekong





Bien aparcada mi motocicleta en la ciudad de Pakse, continúo al que será mi último destino donde despedirme de este maravilloso país: las 4.000 islas del Mekong.

Se trata de un meandro en la zona sur de Laos, donde la grandeza de este río se vuelve a hacer visible con su gran envergadura, la fuerza de sus corrientes y las vírgenes islas que la ocupan como si de un océano se tratase. En sus más de 4.880 km en este punto vuelve a abandonar un país “Laos” para invadir otro mas, “Camboya” y finamente desembocar en el Mar de Indochina en el Sur de Vietnam.

La furgoneta de las 7h con mas locales y una travesía en una módica barca de madera donde el nivel del agua en su interior iba subiendo y subiendo a medida que nos desplazábamos, fueron mis medios de transporte para llegar a la isla de Don Det. Una isla de tamaño medio con una oferta básica de alojamientos mayoritariamente bungalows colgados sobre el río, donde únicamente se puede circular en bicicleta, moto o a pie y sólo hay electricidad de 18:30h a 22h, será mi punto de descanso de los siguientes días.
Tras abandonar nuevamente mi equipaje y desayunar mi baguette con mermelada de fresa, mi dispongo a inspeccionar brevemente la isla y elegir el mejor bungalow con las 4B: Bueno, bonito, barato y sin Bichitos!


Tras ver mas de 5 lugares, te das cuenta que prácticamente todo es muy similar y la última B “Sin Bichitos”...es bastante complicada de lograr con un presupuesto ajustado.
Por ello, me acomodo en los “Sunset bungalows” en un pequeño bungalow de madera sobre el Mekong y con su codiciada terraza con hamaca.


Los días transcurren tranquilos y estoy orgullosa de poder decir que he aprendido a poder estar tranquila en una hamaca sin hacer nada. Bueno... algo tenía que hacer: leer, escribir e incluso mejorar mis dotes de costura con varios pantalones.
Además de hacer una terapia de Relax, de nuevo me alquilé otro medio de transporte para rastrear mi isla y las cercanas.




Que deleite para los sentidos el paseo en mi desastrosa bicicleta.
Mientras el sol aprieta con fuerza, una suave brisa me intenta calmar el calor. Incansables campesinos labran bajo el resguardo de sus puntiagudos sombreros los fotogénicos campos de arroz. Los búfalos pastan a sus anchas, sumergiéndose en charcos de barro como si de un tratamiento de belleza se tratase. Niños con amagos de cometas corren por los caminos intentando izarlas para que bailen al son del viento.


El sonido del Mekong con sus pequeños rápidos me acompaña durante todo el camino y prácticamente me guía hacia las cataratas de Khone Phapheng.
Al paso que voy de reconocimiento de cataratas podría escribir una guía solo con todas las que he visto...

A pesar de todas las vistas en mi recorrido, estas vuelven a sorprenderme por la fuerza, volumen y violencia que generan al descender como cientos de rápidos entremezclándose en su paso. Sólo imaginarme a un kayakista entrar en esas turbulentas aguas se me ponían os pelos de punta... Lo increíble es que hay gente en el mundo que se mete en “infiernos” así o incluso peor...

Continuo pedaleando alegremente por caminos de arena que ni se donde me llevan, pero a algún lado llegaré...
Y efectivamente, acabo llegando a lo que llaman la playa de otra isla Don Khon. Se trata de una explanada con oscura arena y donde el agua de Mekong se ha adentrado inundando arbustos y árboles.

Negociando con un pescador local, consigo que con otros 3 turistas nos saque de travesía por el Mekong hasta la forntera con Camboya para intentar avistar los delfines Irrawaddy.
Y entre chaparrón y chaparrón nos montamos en su alargada embarcación de madera con su ruidoso motor en busca de los Irrawaddy.
Tras pagar una tasa por cruzar la frontera nos dejamos caer por la corriente sin motor esperando ver alguna aleta o alguna redondeada cabeza.
Y ahí estaban! En grupo de 2 a 4 ejemplares, los Irrawaddy nos daban la bienvenida.
Estos delfines son característicos por su cabeza redonda como un melón y sin el alargado hocico que todos tenemos en mente. Son de un color oscuro y a pesar de que dicen que son delfines de agua dulce, son oceánicos pero pasan mucho tiempo en ríos y estuarios.


Son bastante tímidos y apenas sacan la cabeza y el torso con la aleta para respirar, vuelven a sumergirse en busca de crustáceos o peces.

De vuelta a tierra con una sonrisa de oreja a oreja navegamos durante casi una hora luchando contra la corriente por un lateral del Mekong entre cientos de árboles inundados por el creciente nivel de agua que acontece en esta época de lluvias.



Ahora con mi bicicleta, con el estómago lleno por pescadito fresco y bajo una suave lluvia regreso a mi isla Don Det, con un último regalo del día: Un arco iris completo hace de paraguas sobre el bucólico paisaje donde el sol intenta asomarse entre tanta nube.



La puesta de sol hace encontrarme con un simpatico grupo de ingleses con los que me he ido reencontrando durante todo la ruta por Laos.

Una cena a base de hamburguesas de calabaza, mas Beer-Lao y pasteles caseros son nuestra cena de despedida de este increíble país el cual recomiendo a todo viajero con ganas de explorar mundo.

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